Rumbos y jalones en el escrutinio del arte románico español tras las obras magnas de Manuel Gómez-Moreno Martínez
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El reconocimiento, estudio y catalogación del arte románico español tuvo su primer referente en el libro El arte románico español. Esquema de un libro por Gómez-Moreno publicado en 1934. Los problemas históricos y artísticos que se abordaban en aquellas páginas modificaron y enriquecieron los focos planteados, respectivamente, por Lampérez y Puig i Cadafalch et al. Por ello, y puesto que nada se supo entonces de la monografía inédita de Ricardo de Orueta, las ideas vertidas por Gómez-Moreno preñaron buena parte de la investigación desarrollada en las décadas sucesivas por la restringida historiografía española, aunque las obras monumentales y enciclopédicas (Summa Artis y Ars Hispaniae) ampliaron el catálogo de obras, de preguntas y de respuestas. Con el énfasis puesto en el reconocimiento identitario en el arte patrio, las expresiones plásticas que captaron más atención y estima entre los investigadores fueron aquellas que acreditaban un carácter y nervio propios y diferenciable de las producciones de otros pueblos. Sin embargo, la década de los años sesenta vino a plantear que ineludiblemente la cultura y las artes propias, como la sociedad en su conjunto, acabaría convergiendo y siendo comprendidas en el marco del proyecto supranacional enunciado como Unión Europea. Por lo mismo, con los albores de la democracia comenzó a primar el interés por constatar la internacionalidad del arte románico hispano, ahora valioso por homologable. Más aún, al concluir el siglo XX se fue fraguando la tesis oficial de que peregrinaciones y románico formaron un ángulo recto que confirmaba, no ya que Europa proseguía tras los Pirineos y concluía en Finisterre, sino que Europa solo fue una realidad histórica transnacional con horizonte de destino cuando integró aquel extremo continental que devino en foco espiritual. En esa apropiación conceptual, política y administrativa de los más extensos caminos culturales, la reciente interpretación ontológica del arte románico ha releído, o más bien desleído, el magisterio de Gómez-Moreno