Universidad y participación: la formación integral a través de actividades complementarias
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En las últimas décadas, se han producido enormes cambios sociales, económicos y culturales en la sociedad. Del mismo modo las universidades, en muchos casos como reflejo de esos cambios, se han enfrentado a su vez a importantes transformaciones, tanto en su propio contexto como en sus relaciones con la sociedad en la que se encuentran. Se incide con mayor frecuencia y profundidad en los cambios científico-tecnológicos y en los económicos haciendo especial hincapié en la globalización y en la era de la comunicación. Sin embargo, no menos importante resultan los cambios producidos a nivel social y cultural, como la democratización de las sociedades, el importante aumento de la multiculturalidad o el interés por los derechos humanos y por la promoción de la calidad de vida y de los pilares básicos que la sustentan. Estos últimos engloban a la educación, la salud, la paz, la igualdad, etc. (González, 2007). Todos estos cambios han confluido, en gran medida, en la configuración del EEES. Las posibilidades que supone la formación complementaria en la universidad es el tema central de este trabajo, y sus posibilidades en el desarrollo de valores y actitudes, esenciales en una educación integral y adecuada a la sociedad de la información, ya que creemos que la formación axiológica y actitudinal en la universidad, además de la instructiva, es ineludible. Así mismo se hace un análisis de los servicios de la Universidad de Santiago de Compostela destinados a la formación complementaria de nuestro alumnado y se describe una experiencia enmarcada en el programa Móvete’09, organizada por el Servicio de Voluntariado. Por lo tanto, todo el conjunto de servicios y actividades paralelas a la formación curricular tiene un papel de singular importancia en la promoción y fomento de la cultura en la comunidad universitaria y en el entorno en general, ya que muchos de estos servicios están abiertos a población no universitaria. Por ello debe ser gestionado con profesionalidad y sentido de responsabilidad institucional compartida, porque la cultura no es competencia exclusiva de ninguna institución, sino que tiene carácter público y social