Ignasi Vila. (2003). Aula de
Infantil. [Versión electrónica]. Revista Aula de Infantil 16
La incorporación y enseñanza de la lengua extranjera
Ignasi Vila
Tradicionalmente, el sistema educativo español ha
presentado carencias importantes respecto al desarrollo de competencias
lingüísticas en una o más lenguas extranjeras.
A diferencia de otros países europeos, en España el
conocimiento de lenguas extranjeras que promueve el actual sistema
educativo es bastante pobre. No obstante, por razones obvias, en los
últimos años se ha suscitado un debate educativo relacionado con esta
cuestión que, en todos los casos, ha ido de la mano de la consideración
de incorporar la enseñanza de la lengua extranjera lo antes posible en
el sistema educativo. A la vez, se ha producido un
cambio importante en la enseñanza de la lengua extranjera, la cual cada
vez es más enseñada atendiendo a que el alumnado haga cosas con ella.
Sin embargo, también es cierto que a veces surgen dificultades en su
enseñanza y aprendizaje. Probablemente, una de las mayores dificultades
se relaciona con el "sentido" que la clase de lengua extranjera tiene
para el alumnado. De hecho, más allá de las actitudes sociales positivas
hacia el aprendizaje de lenguas extranjeras, es evidente que no deja de
ser un contenido más, que se aprende en el contexto escolar y que, por
tanto, en parte recibe también las atribuciones de los niños y las niñas
hacia la escuela que, a veces, no son positivas.
Ésta, junto a otras razones, ha llevado a numerosas
personas a defender la enseñanza precoz de una lengua extranjera. Así,
al inicio de la escolaridad, las actitudes de la infancia aún no están
formadas y, por tanto, dada su importancia en la adquisición del
lenguaje, si se inicia la enseñanza de la lengua extranjera en edades
tempranas y se aseguran hacia ella actitudes positivas, su aprendizaje
está más garantizado.
La incorporación temprana de la segunda lengua
Esta argumentación es impecable, y es evidente, como
ha mostrado la educación bilingüe, que la enseñanza sistemática en el
parvulario de una segunda lengua que no tiene presencia social y
familiar acostumbra ofrecer buenos resultados. Además, la enseñanza
precoz de una segunda lengua tiene también otro tipo de ventajas
relacionadas con la fonología y, probablemente, con la sintaxis. Es bien
conocido que fonológicamente el aprendizaje precoz de una segunda
lengua deviene en "acentos nativos", mientras que su aprendizaje tardío
denota siempre -o casi siempre- un "acento extranjero". Evidentemente,
las ventajas fonológicas están directamente en relación con que los
enseñantes utilicen un acento "como los nativos", porque, si no, dichas
ventajas desaparecen.
La cuestión de la sintaxis es más compleja, pero
estudios recientes parecen confirmar que los niños y las niñas que
aprenden tempranamente de forma sistemática una segunda lengua cometen
menos errores sintácticos que los que la aprenden de mayores. En
cualquier caso, esta ventaja aparece en niños y niñas que han adquirido
una segunda lengua antes de los 12 años y no únicamente en los que lo
han hecho antes de los 6 años. Evidentemente, de nuevo esta ventaja
aparece si los enseñantes utilizan correctamente la lengua; si no es
así, también desaparece. Ello no significa que el éxito en la
adquisición de una lengua extranjera quede limitado a su aprendizaje
precoz. De hecho, a lo largo de la enseñanza obligatoria, y sobre la
base de actividades de enseñanza y aprendizaje que tengan sentido para
los escolares, se pueden aprender bastantes cosas de una lengua
extranjera. El problema reside, a mi entender, en algo que ya he
comentado anteriormente: me refiero a la falta de sentido que muchas
veces adquieren las actividades que se les propone a los escolares para
que aprendan una nueva lengua. En muchas ocasiones, las actividades que
se realizan son de tipo lingüístico, en las que los escolares
"practican" partes (funciones, vocabulario, etcétera) de los contenidos
de un programa en vez de pensar en actividades en las que los escolares
tengan que hacer cosas con la lengua.
La enseñanza por tareas y el aprendizaje de la
lengua extranjera
La enseñanza por tareas recoge esta filosofía y
propone un sinfín de posibilidades en forma de actividades para realizar
en el contexto escolar. Desde realizar una exposición de murales con
las noticias más importantes del mes hasta elaborar y representar un
pequeño guión televisivo. No obstante, muchas veces nos olvidamos de que
el propio contexto escolar es una fuente de actividades y que, en él
mismo, hay muchas cosas que tienen sentido para los alumnos y alumnas.
Normalmente, el sentido se encuentra en los propios contenidos, que
pocas veces son utilizados para enseñar lengua extranjera. De hecho,
pasa algo semejante a lo que ocurre con las clases de lengua. Por
ejemplo, en la enseñanza secundaria, algunos enseñantes se empeñan en
buscar supuestas actividades motivadoras y con sentido para que los
escolares aprendan a escribir mejor, y se olvidan de que deben escribir
trabajos o redactar informes para la clase de historia, biología o
física que, sin embargo, "pasan" sin pena ni gloria por las clases de
lengua. Probablemente, un trabajo coordinado y en equipo de los
profesores de un ciclo que trabajara en esta perspectiva permitiría
encontrar numerosas actividades para la clase de lengua extranjera
relacionadas con contenidos de otras áreas del currículum.
Sin embargo, no todo acaba en las actividades. La
inmensa mayoría del profesorado que enseña lengua extranjera utiliza lo
que habitualmente se llaman ejercicios. Es evidente que una propuesta de
enseñanza de la lengua extranjera basada en las actividades no implica
la eliminación de los ejercicios. Implica su contextualización en
relación con la actividad propuesta, a diferencia de lo que se hace en
otras propuestas metodológicas, en las que el ejercicio vertebra las
unidades didácticas.
En este caso, la unidad didáctica está vertebrada por
las cosas que se deben hacer en lengua extranjera, y los ejercicios son
un instrumento a su servicio. La ventaja de esta propuesta reside
nuevamente en el sentido de lo que debe de hacer el alumno. El ejercicio
por el ejercicio puede tener mucho sentido en aquellos escolares que
estén claramente motivados para el aprendizaje de la nueva lengua. Sin
embargo, como ya he señalado, no únicamente no siempre es así, sino que
muchas veces no es así. Por eso, el sentido y la motivación se deben
buscar en relación con las cosas que quiere el alumno. De este modo, si
los ejercicios son un instrumento al servicio de las cosas que el
escolar quiere hacer, probablemente se acepten mejor que un uso de ellos
desligado de cualquier actividad.
La educación bilingüe y la enseñanza de la lengua
extranjera
Como ya he señalado, uno de los temas importantes y
polémicos en España se refiere al momento de introducción de la
enseñanza de la lengua extranjera en la escuela. En concreto, en las
comunidades que han adoptado una organización bilingüe en sus sistemas
educativos y que ya introducen una segunda lengua en el parvulario, se
producen largas discusiones sobre los efectos malévolos o beneficiosos
de incorporar tempranamente la enseñanza de la lengua extranjera. Antes
de entrar en la polémica, es importante señalar que, aunque, de manera
general, la educación bilingüe utiliza el mismo tipo de criterios
psicopedagógicos, su concreción en las escuelas puede ser muy diferente
y, en muchos casos, responde a variables tan distintas como el número de
escolares que conocen o tienen como propia la lengua de aprendizaje de
la lectura y la escritura, el dominio de las lenguas vehiculares por
parte del profesorado, la presencia social de las lenguas que emplea la
escuela, las actitudes de las familias hacia el diseño de organización
bilingüe que adopta la escuela, etcétera. Por eso, el desarrollo de una
propuesta unitaria sobre la introducción de una tercera lengua en la
organización bilingüe no tiene mucho sentido y, sin embargo, sí lo tiene
el desarrollo de una serie de criterios para decidir en qué momento se
introduce la tercera lengua.
Una de las cuestiones que aparece de forma repetida
cuando se discute esta cuestión se refiere al número de lenguas que
puede "soportar" o "tolerar" un escolar. Así, a veces, se rechaza la
introducción de la tercera lengua en la educación infantil en los
programas de inmersión lingüística porque dichos escolares están
aprendiendo una segunda lengua y, por tanto, la introducción de la
tercera puede dificultar dicho aprendizaje.
A mi entender, este tipo de argumentación no tiene
ningún tipo de apoyo empírico, y la introducción de la tercera lengua en
el parvulario no tiene por qué dificultar el proceso de aprendizaje de
la L2 (lengua 2) y consolidación de la L1 (lengua 1). La hipótesis de
interdependencia lingüística de Cummins tiene aquí también plena
vigencia.
Otro tipo de argumentación en contra de la
introducción de la tercera lengua en el parvulario en un contexto
bilingüe se relaciona con la idea de que "quita tiempo para el
aprendizaje de la L2" que, en definitiva, es lo importante. Esta
argumentación tampoco tiene excesivo apoyo empírico. Las lenguas se
aprenden gracias a la calidad de las interacciones sociales y, a la vez,
hace falta tiempo y exposición en cantidad para que puedan ser
adquiridas. Es decir, en la adquisición de las lenguas, tanto la calidad
como la cantidad forman parte del proceso. Sin embargo, es difícil
pensar que en un contexto bilingüe, en el que se producen relaciones de
calidad mediadas por la L2, la sustracción de 3 o 4 horas a la semana
para enseñar una tercera lengua deteriore el proceso de adquisición de
la L2.
A mi entender, las cuestiones que se deben discutir
sobre la introducción de la tercera lengua en el parvulario no se
refieren a las argumentaciones antes expresadas, sino a la efectividad
de dicha medida para el dominio de la tercera lengua.
La efectividad de la enseñanza temprana de la lengua
extranjera
Desde este punto de vista, ya he señalado
anteriormente que el aprendizaje precoz de una lengua extranjera parece
tener una serie de ventajas que se traducen en un mejor dominio. En
concreto, he hablado de dos ámbitos específicamente lingüísticos
-fonología y sintaxis- y un ámbito actitudinal referido al
reconocimiento de poder y querer hacer cosas en lengua extranjera.
Probablemente, desde el punto de vista de los procesos de enseñanza y
aprendizaje este punto sea el más importante. Así, los aspectos
actitudinales en relación con la lengua que debe ser aprendida son
decisivos para el éxito de su aprendizaje. Por eso, si de pequeños los
niños y las niñas desarrollan y construyen actitudes positivas hacia la
lengua extranjera, parece evidente que si después las mantienen la
eficacia de los procesos de enseñanza y aprendizaje aumentará.
Ahora bien, esta última reflexión me induce una
nueva: las actitudes iniciales hacia un contenido de aprendizaje son muy
importantes, pero tanto o más lo son las actitudes que se posibilitan
hacia dicho contenido a través del propio proceso de enseñanza y
aprendizaje. En otras palabras, no basta únicamente que los niños y las
niñas tengan actitudes positivas hacia el aprendizaje del inglés, del
francés o del alemán. Hace falta también que las propias actividades de
enseñanza y aprendizaje mantengan dicho interés e incluso lo
amplifiquen. Ello remite a una cuestión relativa a la eficacia en la
adquisición de una lengua extranjera que probablemente tiene más
importancia que discutir si el aprendizaje es más eficaz a partir de los
5 o de los 8 años. Me refiero a la didáctica implicada en la enseñanza
de una lengua extranjera.
La enseñanza del inglés en el parvulario obliga a un
tipo de actividades, basadas en el juego, en las que de forma
globalizada los niños y las niñas hacen cosas con la lengua. Sin
embargo, a partir de los 8-9 años, la enseñanza de la lengua extranjera
acostumbra modificar de forma importante sus actividades. En muchos
casos -aunque de palabra se diga lo contrario-, el centro de interés no
es que los niños y las niñas hagan cosas con la lengua, sino que dominen
algunos aspectos lingüísticos de forma aislada -vocabulario,
construcciones sintácticas, aspectos morfológicos, y demás-. Es verdad
que muchas veces se hace desde metodologías relacionadas con el enfoque
comunicativo -y en ese sentido es bastante mejor que las metodologías
más tradicionales-, pero, a pesar de ello, el problema que he planteado
continúa existiendo. Por eso, la eficacia de la introducción precoz de
una lengua extranjera -al igual que la eficacia para devenir bilingüe
desde la escuela- está en relación sobre todo con las actitudes y, por
tanto, con las actividades de enseñanza y aprendizaje que las crean y
las desarrollan.
Si la eficacia real de la introducción precoz de la
enseñanza de una lengua extranjera está en los aspectos citados, la
pregunta que rápidamente se suscita se refiere a la posibilidad de que
dichos aspectos formen parte también de la enseñanza de la lengua
extranjera a lo largo de la educación primaria y secundaria.
Probablemente, si fuera así, muchas de las discusiones que se realizan
sobre este aspecto desaparecerían porque los niños y las niñas
aprenderían muchas cosas de una tercera lengua a lo largo de su
educación obligatoria.
En definitiva, no creo que la introducción precoz del
aprendizaje de una lengua extranjera como asignatura sea la panacea que
resuelva los problemas relativos al dominio de su uso. Por el
contrario, creo que es desviar la cuestión y que, desde la profesión de
educar, la reflexión más importante se refiere al tipo de didáctica que
haya que desarrollar en parvulario, educación primaria y educación
secundaria obligatoria para garantizar el que, independientemente del
momento en que un escolar ha entrado en contacto con la lengua
extranjera, aprenda a hacer cosas con ella. Si además todo ello se hace
ya desde el parvulario, bienvenida sea la enseñanza temprana de una
lengua extranjera.
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